Lectora

Me agradan las mujeres que leen en voz alta, que se alegran o se enojan y su cuerpo da cuenta de ello. La mirada siempre fija, los labios incesantes. De vez en vez, la vanidad llama a las manos a tocar el cabello péndulo mientras los pies juguetean entre ellos sobre el suelo. 


Hay quienes, frente a la imagen de aquella loca bella perdida ante las letras, interrumpen su abstracción sin sentir culpa, sin caer en cuenta de que al hacerlo, revolucionan un mundo entero en contra de su creadora, quien sujetando sutilmente de nuevo el papel, ha de recuperar su fe. 


Todos los personajes en su rostro, todas las voces en su cabeza.

Sílaba tras sílaba, desnudándose el escritor y haciendo el amor con ella.


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