Demonio Rojo

No sabés cómo quisiera poder despertar un día sin sentirme miserable, y más por un ser que sí merece ese apelativo. Me cago en todas las formas de limitar el espíritu y más en esa tan despreciable que es el amor. Se pinta de rojo los labios y los humedece con la lengua, siempre mirándote a los ojos para así tragarte entero y despedazarte cuando ya te tiene ahí, minimizado a mendigo, adicto y masoquista. Siempre sumiso, siempre obediente.


Que es lo mismo el odio, que se siente igual; un deseo que corroe la sangre desde las venas más pequeñas de los dedos que tocan esa carne enfermiza, por deliciosa, hasta llegar por el torrente a la cosa esa que se alimenta de emociones. Cómo quisiera saberme libre del amor, para que cuando llegue de nuevo a por su pedazo de razón, la poca que me queda, pudiera saciarme en ella, llenar su sexo con el odio que me ha dejado, escupirle en la cara y tirarle al piso monedas para el bus.

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