Noches vacías

Primera noche.

El momento es común, los hábitos están intactos, pensamientos un tanto reiterativos pasan tranquilos y sacan la lengua. Cigarrillos, letras y fotos, nada ha cambiado, el sujeto se nota con calma y sólo un poco reflexivo.


Segunda noche.

Las actividades del día parecen haber incrementado casi al doble de lo normal. Preocupación y estrés leve frente a las mismas. Un reto, o más bien salida, se impuso de gana del conspirador mayor, a tal ni atención supuso. El sujeto recuerda momentos pícaros y sonríe, la sensación del tacto continúa presente.


Tercera noche.

Las ansias comienzan a notarse, lo que antes figuraba como simples memorias toma forma de extraña melancolía, se pasó dos veces cerca al cementerio y ambas coquetearon con la incomodidad y la impotencia. El sujeto ha comprado un nuevo calendario y un viejo reloj.


Cuarta noche.

No más. Se estuvo mirando luz hurtada sin referencia alguna con aquella que ilumina al mundo, esa que no puede iluminar el suyo, pero sin aviso, aparecen piernas al aire con tono de ángel y en otra, una sonrisa fija en el centro de esa, su luz. No fue placentero, el choque mental fue abrupto, se extraña, hay un hoyo, un vacío, dos vacíos... "Qué me dejes trabajar" se dice, "que me desconcentras", "que me quieras", "que, que, que...". El sujeto ha perdido la calma que sostuvo desde la partida, habla solo frente a imágenes inmóviles, se queja de ser un "luchador utópico y masoquista", ha perdido la habilidad social de mentirse.


Quinta noche.

Desnuda, vulnerable y leve queda la razón, sin embargo, y aunque el pensar de que el ser es por lo que sabe haya cambiado -por su culpa- al ser es por lo que ama, esta verdad ni se esconde ni se elige; no hay en su cántaro, Pandora, señas de esperanza, y sin éste, el peor de todos, no hay quien resista tantos males. El sujeto en esta última noche la extrañará.


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