Desliza la punta de los dedos, medio e índice, por sobre la línea de la herida, lleva los mismos hacia tu boca, a las comisuras de los labios. Con la mirada fija en lo que queda de la víctima,
chúpalos hasta que jugueteen con tu úvula. Ya con ellos bien mojados, retíralos lentamente y baja sus párpados. Descendiendo por su mentón, agarra con fuerza su cuello y acaba.
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