¡Que me sacrifiquen!

¡Qué me sacrifiquen!


Heme aquí en pleno suplicio de nuevo, alejado de tu cara; círculo de perpetua tentación.


Desterrado y enjaulado, mas lo único que puedo es pensar en el deseo y el olor a cerdo de mis cenizos cabellos, laceraciones y sangre en el suelo, que excitan el miembro que tensionado, rojo y fiero, expresa que te quiero.

Todo, como el peor de los reiterativos sueños te escribo en este cuero.

Desde que el sale el quema mundos y después de los escupitajos del cielo, me despierto en esta celda putrefacta de criaturas cubierta. Llega el tipo con el látigo que azota para que salga al evento de niños, ancianos e idiotas que se exaltan al verme saltar dentro de ti y aplauden sin pena aun cuando me has dado casi fin.


Lo que no saben aquellos espectadores ni los payasos que me tienen cautivo es que más me tienes tú, aro de mis amores, pasiones, dolores... si no he de volverte a ver que me sacrifiquen, tírenme a mis hermanos, afilen sus dientes y ¡Qué me sacrifiquen!


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