Cantante bajo la ducha

Martica era una señora que trabajaba desde hace quince años haciendo oficios varios en el hotel Candela, a ella no le molestaba casi nada y casi nunca se negaba a hacer lo que su jefe don Raúl le pedía, a excepción de una cosa; entrar en la habitación 502, según ella porque siempre que lo hacía ocurrían cosas extrañas, razón por la cual eran ocasionales las discusiones con él.


Ella pensaba de don Raúl como un hombre bastante misterioso y que siempre andaba de mal genio desde la muerte de su hermano y socio Pablo, a quien ella recordaba como un gran amigo por haberle contratado y tratado con respeto, cosa que Raúl no hacía, pero por sobre todo, recordaba a Pablo como un gran cantante de música tango.


Una noche, estando a un día de comenzar la temporada alta, el hotel estaba más solo de lo habitual, en él, sólo se encontraban don Raúl y Martica. Él le ordenó limpiar las habitaciones del quinto piso, a lo que ella refutó diciendo que sólo quedaba la 502 y que ella no entraría allí, Raúl exaltado respondió con una voz fuerte y autoritaria “es su trabajo y tiene que hacerlo y si no, ahí está la puerta”. Martica quien a sus 55 años nunca había agachado la cabeza, ahora lo hacía, debía conservar su trabajo y no tuvo otra opción que acatar la orden.


Subió las escaleras temblorosa y pensativa, rezando para disimular su temor que crecía al ritmo de cada paso que daba, entre más cerca a la puerta más podía escuchar su corazón avisándole de lo que pasaría.


Al interior y a oscuras, un sonido perturbarte la recibió, provenía de la parte trasera del cuarto, asustada, de inmediato trato de salir pero la perilla de la puerta se atascó, las luces no encendían y algo en su interior la llamaba a adentrarse en la habitación hacia la fuente del sonido, apretó los párpados con fuerza y al abrirlos se encontró de frente con el baño de la habitación, el sonido era ahora claro, además de agua que caía, una voz profunda, afinada e inconfundible que cantaba y quejaba: “Fue aquí donde viví, fue aquí donde por última vez me vi, fue él, hijo de mi madre y de mi padre quien por dinero vendió su alma al diablo…”.


Martica rompe a correr y forcejeando la puerta logra salir de la habitación, baja a la oficina de don Raúl y le grita envuelta en llanto: “Asesino, ya lo sé todo, usted mató a su hermano”, Raúl, tranquilo le responde: “¿Qué pasa Marta, acaso ya terminó de hacer su trabajo?”, éste la toma por el brazo con fuerza y se encamina hacia la habitación, arriba, abre la puerta con su mano libre, arrastra a la mujer hasta el baño por el piso y en él, le dice: “termine su trabajo”, Martica asustada como nunca en su vida, dándole la espalda a Raúl, se dispuso a levantar la cadena del desagüe, y no fue necesario sino un parpadeo para verse con el agua al cuello y escuchar de nuevo la voz de su eterno compañero.

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